21/6/07

Pelea III


Dos sujetos caminan en el centro, visten trajes oscuros y llevan libros en las manos, parecen enfermos mentales, son las 9 de la noche, hay una multitud idiotizandose en las fuentes danzarinas que se mueven al son de Juan Gabriel, nadie les presta atención, uno es alto y de complexion mediana y usa lentes de gruesa montura, el otro es bajo y de complexion robusta y usa barba cerrada, no dicen nada, solo caminan de prisa, huyen de esa plaza maldiseñadamente histórica pero a la vez se despiden de ella, no importa que la vuelvan a cruzar, mas enfermos y mas felices que nunca, nada volverá a ser lo mismo. Uno de ellos, el alto, se atreve a hablar:


-¡¡¡¿¿¿Que dijiste de mi hermana, cabrón??!!!


El otro no dijo nada en un instante, pero lo supo, la promesa tenia que ser cumplida, el dolor siempre exige su cuota.


-¡¡¡¡¡Que esta bien pinche fea!!!!!- contesto.


Y se avalanzaron el uno sobre el otro, tratándose de derribar y empezaron a llover los golpes y los libros que llevaban, rápidos e inclementes, daban de lleno en sus respectivos cuerpos con la fuerza de su amistad y su locura, se jalaban de las corbatas para asestarse de nuevo un golpe, todos al rostro. De repente se detuvieron y el mas alto, señalando su cara, grito a su contrincante "Aquí, aquí, maldita sea" y su plegaria fue atendida, el otro le conecto un gancho directo a su mandíbula que le hizo brotar sangre, y el Otro repitió la acción, recibiendo un golpe terrible en la sien, y volvieron a trenzarse en lo que parecía una lucha mortal. La gente seguía caminando, ¿eran reales esa extrañas figuras vestidas de traje liándose a golpes? Y lo eran, carajo, vaya que lo eran, tan verdaderas que el cansancio y la satisfacción asomo y se detuvieron, se miraron a los ojos, extenuados y llenos de contusiones y sonrieron como los locos que eran, se saludaron, se felicitaron, juntaron su libros y desaparecieron, caminando rápidamente y riendo a carcajadas.




Saludos Hermano.

3 comentarios:

Yolmary dijo...

te peleaste con el sapo?

Danihell dijo...

No, me rompi la madre con mi mejor amigo, llamado Mario.

Anónimo dijo...

Aún no ha corrido suficiente sangre para aplacar la sed. Esta sed bendita que no deja dormir, que no conoce satisfacción. Ni aunque las montañas vomitaran nubes de miembros cercenados y cuerpos putrefactos a la atmósfera podrían ocultar el calcinante ciclo de esta sed. No es suficiente con mudar el azul del planeta en rojo Marte, dios de la lucha feroz y el cruento combate. Ni aún si los cadáveres desbordáran las entrañas de la tierra, incapaz de esconder más muerte entre su sigilosa capa de descomposición, y los gritos de las víctimas fueran tan desesperados que se mezclaran con el aire, fundiéndose en un ácido que carcomiera mis pulmones, bastaría para acallar esta vorágine de violencia. Cuando nada puede aquietar un monstruo como el corazón, el universo entero tiembla y sólo otra sed igual, ansiosa de destrucción gemela, se detiene y sonríe. Nunca más habrá silencio, bien lo sé.

Gracias por recordármelo.
Hermano

El poeta galerioso que se volvió DeFequeño