12/3/13

Sigamos entonces.

Las aventuras de apellidarse Elías
 
Supongo que todos podemos preciarnos de la ascendencia, no llego solo a eso, veo que hay una parte de ventajas y desventajas considerables, si bien puedo adjudicar gran parte de mi gusto por la lectura al apellido también le debo en mucho el germen de loco que me atormenta (broma) además de un doloroso sentido del rencor a ultranza de mis supuestos enemigos y de una tendencia subjetiva a conocer los modos y las formas en que la sociedad debe conducirse, y al ver que esta no son llevadas a cabo termino rabiando sin un motivo razonable, algo que les dejo a su consideración es el amplio umbral al dolor que tenemos ya como carga genética, es como una presunción pendeja el soportar graves golpes, quemaduras, torceduras, operaciones, lesiones y demás daños y laceraciones del cuerpo, tengo claro el ejemplo de mi abuelo que sin quejarse padeció su leucemia, de mi abuela que tenia la espina dorsal torcida como político y que andaba del tingo al tango limpiando aquí y allá, mis tias sufriendo daños en rodillas, cáncer de senos, y mas cercano mi padre cargando durante años una hernia de disco que al no ver respuesta del portador prefirió calcificarse, en mi mismo el dolor es como un estigma que he llevado muchas, pero muchas veces, tal como el de las muelas, o como el de cabeza en años pasados, esguinces y torceduras sin tratamientos debido a que nomas duelen un poquito, accidentes en motos, fisuras de huesos, cortaduras, caídas, golpes, duelen pero no es para tanto. En todo caso el Apellido es algo que respeto y que quiero que se respete, aunque por ahí pululan un par de aberraciones, o 9 pares no estoy seguro porque no los he contado, dejémoslos de lado que ni cuenta se darán de este escrito, en fin, agradezco a la sangre el gusto por los libros y las manos grandes, además de la barba y el gusto por el café, les aprecio menos el alcoholismo y las tendencias maniacas, pero me gusta mi familia y sus dotes intelectuales que me permitieron pasar sin pena hasta la preparatoria, y la esencia de campo que me dejaron en la sangre, pesa una narración oscura que dicta que mi tatarabuelo y sus hermanos llegaron a la tierra que vio crecer a mi abuelo y a mi padre por un mal habido ajuste de cuentas que los hizo huir de su pueblo y cambiarse el Medina por Elias, de mi tatarabuelo tengo el gusto por la madera y tendencia de carpintero, de mi abuelo no puedo presumir mucho, pues no tengo ni su cabello ondulado, ni su risa difícil, ni su nariz aguileña, tal vez un vago humor sarcástico que es común en mi familia y de mi padre solamente el carácter de locos e inconformes irredentos, ya que una broma del destino no me dio ni su frente amplia, ni su barbilla ni sus ojos claros, en todo caso mis hijos, si los tengo, han de llevar el nombre que me heredaron  y mas de algunos desajustes genéticos de los que se van a arrepentir y no van a poder dejarlos (espero).